
La oficina está ya desierta y, como cada tarde, aplazo la vuelta a casa: nadie me espera y los recuerdos de Óscar en cada rincón me taladran el alma. Dos meses divorciada. Al principio lo celebré y, ahora… ahora no soy nada. Suena Springsteen en mi móvil. Contesto, y al otro lado una voz masculina se identifica como el padre de Adolfo Cifuentes. Estoy perpleja. ¿Por qué? ¿Para qué?
- Verá… -se explica-, llevo
tiempo pensando en llamarla y ya no podía más. Resulta que salió usted
corriendo de aquel hotel por la mañana y mi hijo, que es estudiante, no tenía
con qué pagar la habitación, ni las dos botellas de Moët Chandon, ni los
masajes filipinos con suplemento por ser a deshora, ni tampoco los caracoles a
la Borgoña y la espuma de patata con virutas de caviar y foie. ¿No tenían allí
bocata de lomo con queso ni Mahou fresquita? Ya se imaginará a quién le tocó
resolver el entuerto…
Me muero. Me muero y después
quiero volver a morirme.
- Mire, según mi hijo
finalmente no pasó mucho entre ambos, tal era la cogorza que llevaba usted
encima. Como el chaval se vio obligado a contarme qué había ocurrido, acabó
reconociendo que aunque mucho mayor que él, cayó en sus redes porque era usted preciosa,
espectacular, con un cuerpazo, una Diosa, dijo, o algo así. Sin embargo, por
mucho embrujo que usted tenga… el dinero de la factura… Este asunto me ha
dejado desplumado, ¿sabe?
- Lo siento, lo siento
muchísimo. Yo… No recordaba… Deme sus datos bancarios y el importe total, y
ahora mismo le haré una transferencia -contesto al fin mientras sigo implorando
la llegada de la guadaña.
La conversación finaliza y
realizo los trámites bajo el mayor bochorno de mi existencia. Un rato después,
empiezo a reírme. Una y otra vez. De repente, no puedo parar. Como una
auténtica loca. Me retuerzo en la silla, a carcajada limpia, mientras las
palabras “espectacular”, “Diosa” y “cuerpazo” danzan desinhibidas por mi mente.
Abandono por fin el despacho. Esta noche cocinaré algo rico y después me tumbaré
en mi sofá y pondré algo de Woody Allen. ¡Qué ganas tengo de volver a casa!
Muy gracioso. Me ha gustado.
ResponderEliminarMuy divertido!:-) me encantó el final que le has dado
ResponderEliminarLa verdad es que dar un final a una historia quizás sea lo más complicado... ¡Muchas gracias! :-)
ResponderEliminarPara mi que el tal Cifuentes era un listo... se podría haber inventado cualquier cosa y habría colado igualmente ;)
ResponderEliminarPuede ser... o puede que no. Quién sabe.. jeje.
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