- Niños, ¿sabéis cuál era el brebaje secreto
que ingería este gladiador aquí mismo, en la Antigua Roma? ¿Y sabéis, además,
cómo se hacía llamar?
Ellos observaban al joven guía, sus
bocas semiabiertas asomaban pocos dientes y mucho entusiasmo. Tras un silencio
largo y entre aquellos ojos en sombras que parecían querer multiplicarse, se hizo una voz.
- ¡Yo lo sé!
Era rubio y de ojos claros, alzaba la
mano desde el fondo, cerca de la salida de la galería, bajo el eco subterráneo.
- ¿De veras? ¡Cuéntanos, muchacho! -alentó
el guía Stefano entre muecas de incredulidad y una sonrisa épica.
- Le llamaban Devorador. Bebía sangre
de los leones para poder luchar de igual a igual contra ellos. Me lo acaba de contar
él mismo tras aquellos barrotes negros.