jueves, 28 de mayo de 2015

Un paseo en el tiempo

Le atrapó la fragancia cuando quedaban apenas un par de metros para cruzarse, vencida de súbito por la nostalgia. La reconoció al instante. Un aroma fresco, con algo de cítricos y algo de flores. Cómo olvidarlo. No lo había vuelto a oler desde entonces. Pasaron el uno al lado del otro. Ella paró en seco sus pies y se dio la vuelta. Lo contempló ya de espaldas, alto, como era él, aunque mucho más encorvado. Las canas cubrían su cabeza y caminaba despacio, lo normal a aquellos años. Pero cómo iba a ser él, sólo un viejo más entre tantos.
Cuando alcanzó el cruce entre calle y calle no había podido liberarse de la intensidad de esa colonia y de sus recuerdos, viajando aprisa en el tiempo. Giró de nuevo el cuello para observarlo y cerciorarse, pero ya apenas percibía nada más que sombras diluidas en la noche. Se quedó allí quieta evocando tiempos pasados, cuando su voz era melodiosa y su piel tersa, tan suave al tacto, sin saber que aquel anciano también se había dado la vuelta y la estaba ya recordando.

jueves, 7 de mayo de 2015

La ensalada del chef

Entre sutiles cabriolas llega a la mesa 12, de mantel de hilo y servilletas bordadas, la ensalada de ostras del chef. El cliente acomete el primer bocado. “Ya verás, es un manjar de dioses”, confiere tras probarla. Su acompañante dirige el tenedor hacia el plato. Las ostras muestran su frescura entre un discreto caldo de cerezas al cava. Observa la mezcla, se detiene en la achicoria que acoge a los bivalvos, prolonga la visión y retira después el cubierto de plata. Lleva de nuevo sus ojos hacia la porcelana y le muestra al marido el hallazgo. “Vamos, mujer, esto es un restaurante de lujo, no puede estar ahí por azar…”, replica él tras examinarlo. “Por supuesto que no. Te concedo esta exquisitez”, resuelve ella. “Mi regalo de aniversario”. El marido, sin dudarlo, mece el tenedor entre sus dedos y selecciona cuidadoso la muestra de la vajilla italiana. La recibe en su boca, comienza a saborear sus pinceladas.  “Lo que te decía, querida. Delicioso. El clímax de la armonía culinaria”, otorga ante su inmóvil esposa, la cola del verde gusano abriéndose paso entre los labios.