lunes, 22 de diciembre de 2014

Juegos noctámbulos

Se deslizaba al ritmo de la última canción de moda, los brazos acompasados en dirección a las luces alternas que desembocaban en la pista. Sus labios rojos eran el fin de cualquiera, sus piernas prolongándose más allá de las sombras, de la ciudad, sin límites que las contuvieran. Cómplice de unas caderas despiadadas, traviesa su melena rizada. Cerraba los ojos y seducía con unas larguísimas pestañas, los abría y cautivaba en verde esmeralda. Dulcificaba los labios en breves intermitencias al compás del estribillo, insinuándose humana. Se acercaban lobos solitarios, otros en manada, pero ella no escuchaba, dejando que la indiferencia desvaneciera aullidos y dentelladas.
Alguien más la observaba con intensidad, extintos los focos, donde la melodía apenas destacaba. Un águila imperial derritiendo un cuerpo en oro y plata. Los únicos ojos que podían palparla.
Se acercó con sigilo, accediendo a su muralla.
- ¿Sabes que en el fondo no bailas tan bien? –le dijo.
Ella interrumpió el ritual, todo movimiento, y miró eclipsada. Las luces parecieron dejar  de enfocarla.
- Enseñarme tú. Te estaba buscando.
- Pues ya te he encontrado. Deja el juego. Me llamo Susana.

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