martes, 9 de septiembre de 2014

Vacaciones

Un fondo desdibujado bajo un cielo radiante. Y sombras, montón de sombras en movimiento y en reposo, rodeándolo todo. Pinceladas de colores y el rugido poderoso, casi invisible pero cercano.
Se había decidido a levantarse, el calor apretaba. Caminó en línea recta y alcanzó la orilla. Sus pies chillaron el percibir aquella agua tan fría, pero sumergió cuerpo y cabeza y en instantes advirtió un alivio salado, refrescante. Lo hizo varias veces, concentrada en que el vaivén no le llevara a perder su posición, los pies clavados.
Suficiente. No tardó en emprender la vuelta. Tercera sombrilla por la izquierda, entre la roja de rayas y la blanca con topos naranjas. Entrecerró los ojos, dudó. ¿De verdad sería aquélla? Sí, tenía que ser la amarilla. Y de nuevo, en su toalla. Respiró aliviada. Revolvió entera su bolsa de playa antes de sentarse. Y cuando lo hizo, su mirada encontró de nuevo un mar añil y nítido, las gaviotas sobrevolando. Las sombras eran ahora personas, mayores y niños, con pelos de todos los tonos y todos los cortes, de lo más variopintos. La arena, tan clara, y tan minúsculos sus granos. Y los barcos de vela a lo lejos, y las celulitis de ellas, y los abdominales de ellos, y los flotadores, y la espuma blanca de las olas rompiendo, y… Y qué distinto era el mundo con sus gafas puestas.

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