martes, 23 de septiembre de 2014

Descabezados

“Puedes salir un rato a la calle”, me sugirió. Había caído de golpe la noche y me obligué a airearme unos minutos, a respirar. Y advertí nada más cruzar la puerta que los árboles sólo eran troncos sin copas, que la gente caminaba sin sus cabezas sobre los hombros, que los coches iban solos. “Les… les falta… la cabeza”, balbuceé al entrar de nuevo en su despacho. Ella contuvo la carcajada. “Me voy ya”, anunció. “Tú aún tienes mucho trabajo”. Pero yo salí disparada hacia el baño. Observé el espejo y ahí ya no estaba mi rostro. Un cuerpo se tambaleaba debajo. Y unos dedos continuaban tecleando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario