jueves, 5 de junio de 2014

Mi noche

Falta una hora escasa y me confieso nerviosa, aturdida, también muy hambrienta. Le daría un buen mordisco a lo que fuera. El móvil retumba una y otra vez y yo sólo le espero a él. Por más que lo invoco su nombre no asoma por mi pantalla.
Durante el día apenas había ingerido alimento. Acudí por la mañana a mi tratamiento de masajes y belleza facial. A las dos, y tras una sesión intensa de pilates, estaba erguida en la barra de la cocina con una jarra de agua y una ensalada, sin apenas tocar el plato. Opté por llamar de nuevo a Miguel: “¿me vas a acompañar esta noche”?, le supliqué. “No, ya sabes que no”, me respondió, muy cabrón y muy distante. “¿Por qué me haces esto, justo hoy”? Y recuerdo con terror cómo le cuelgo, desolada y enfurecida a la vez. 
Sobre las cuatro practicaba yoga y después me daba un baño. Poco antes de las seis llegaban Hugo y compañía; Pilar con tres vestidos, dos de Carolina Herrera y el tercero de Versace. Media hora después escogía el Versace, largo y negro, y Lola iniciaba el maquillaje para proseguir Hugo después con el peinado. El moño bajo con tirabuzones colgando de las sienes no me convencía. “Recógemelos, Hugo”, le pedí, “le restan protagonismo al escote”. 
La ansiedad me atenaza. 40 minutos. Mis tripas rugen. Preparo el bolso, un sobre brillante de Chanel, y me calzo mis Louboutin rojos de 16 cm. A las ocho y media el coche me espera en la entrada y Rebeca me secunda mientras se apodera arisca de mi móvil. Poco después alguien abre la puerta y comienza la enésima de las funciones. Los flashes de las cámaras me ametrallan, uno tras otro, los micrófonos cercándome desde todos los ángulos. “¿No ha venido Miguel contigo?”…, “¿qué ha supuesto desnudarte por primera vez en una película”?..., “¿volverás a trabajar en Hollywood?” Y bla, bla, bla. Igual los tirabuzones no eran tan mala idea… ¿Se me marca la tripa? Claro que sí… Ayer tampoco tenía que haber comido. Miguel, Miguel, dejarme tirada esta noche…  Continúo desfilando y sonrío a todo el mundo, doy la mano a unos y otros, firmo decenas de autógrafos. Siguen acorralándome a preguntas, sobrevuelan los piropos. “Estoy muy feliz de estar aquí”…, “desnudarme ha sido fácil, no tengo problemas con mi cuerpo”…, “él no ha podido acompañarme, está rodando fuera”. Y entonces, me aferro al brazo del director y, entre aplausos y ovaciones, me adentro con él en la sala, espléndida y triunfante. Ésta es mi noche.

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