jueves, 22 de mayo de 2014

Cambio de rol

A lomos de su corcel de aluminio, ajeno a todo y a todos, cuesta arriba o cuesta abajo. Sólo una bala más proyectada en la distancia. Cabeza en calma, despejada, que no quiere ser nadie, que en este instante no aspira a nada. Acelera más y más, aspira con furia, saborea esa fragancia, frescor de los pinos, ente liberado. El viento en el rostro, quemando el asfalto, toneladas de adrenalina por los cuatro costados. A 150 por hora el mundo le rinde pleitesía, pero no depende ya de él, mucho menos de sus manos. Es Dios y al mismo tiempo no es nada. Vive el aquí y el ahora, cuerpo y mente purificados. Él y sus 130 caballos, él y su sueño, él y la carretera. Un pulso contra la naturaleza mirando de frente a la vida y a la muerte. Corazón rescatado, que atraviesa bosques y otea prados. Guantes gruesos, de caña larga, protegen sus manos. Aprietan más, zigzaguean, quieren seguir volando. En pocas horas cambiará de guantes, de negros y rojos, a estériles y blancos. Colgará el cuero y se enfundará el gorro y la mascarilla. Aparcará esa pasión y se adentrará en otra. Postergará su vida para aliviar las ajenas. Arriba, contra el viento, no hay nombres ni apellidos. Al abrir esa puerta todo cambia, sus manos mandan, curan, salvan. De anónimo a doctor. De manillar a bisturí. Ligero y desconocido en su moto, preciso y experto en quirófano. 

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