
- Vamos mejor junto a la ventana. Este
rincón oscuro me pone enferma. Me deprime.
- Estamos bien aquí. Por favor… -pero
ella insistía levantándose de aquel butacón del fondo.
Junto al cristal, Julia
tomaba sus manos entre charla y charla y él las apartaba con delicadeza, se
recolocaba las gafas y arrojaba sus pupilas hacia esquinas y techos. Eran los
únicos clientes. Más allá, tímidos copos de nieve bajo la luz de las
farolas y algún paraguas a lo lejos.
Se dijeron adiós bajo aquella noche de guantes y gorros. Julia buscaba sus labios y él consentía por un instante que los
de ella lo cobijaran. “Por los viejos tiempos”, pensó.
- Intentaré hacer algo. Eres una
actriz fabulosa. No te puedo asegurar nada. Ya te... Pero... ¿Qué...? ¿Qué es aquello...? Es… ¿Es un fotógrafo?
Ella mostró su sonrisa exultante y emprendió la marcha. Él luchó por hacerse
invisible bajo el sombrero, subió la bufanda hasta picarle las cejas y se
maldijo antes y mucho tiempo después de introducirse en el vehículo que
lo esperaba.
- Saludos a tu mujer y a tus hijos. Ah,
y suerte en las próximas elecciones. Lo harás bien desde la oposición –susurró Julia
al viento escarchado mientras caminaba de nuevo hacia las portadas.
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