- ¡Dime un motivo para no
dejarte ahora mismo! Vamos, ¡que me lo digas!
Ella arrojó sobre Nacho
aquellos ojos sin brillo. Entraron en casa y antes de cerrar la puerta se abrió la de
enfrente y asomaron unos labios muy rojos y unas piernas muy largas y finas.
- Espera. ¡Nacho! ¿Otra vez
tu señorita? Pero ¿qué le pasa? ¿Qué coño? ¡Qué harta estoy!
- No lo sé aún, Paula. Lo siento... Ahora mismito lo arreglo.

- No te dejo porque te
quiero demasiado. Claro, ése es el motivo, ¡cuál si no! Pero ya van tres días
seguidos, ¡tres! ¿Lo sabes, no? ¡Claro que sí! ¡Si tú lo sabes todo!
Cogió un rollo de papel y
lo fue despedazando, aglutinó después unos cuantos trapos empapados en agua. Volvió
al rellano con una repentina culpa a sus espaldas.
- Ay, mi señorita.
Perdóname. Si sabes que no lo digo en serio. ¡Cómo te voy yo a dejar!
Ella pareció reaccionar a
aquellos tímidos halagos. Sus pupilas despertaron. Mientras tanto, los labios
del 4º izquierda irrumpían de nuevo frente a ambos.
- ¡Que huele fatal! ¡Y se
me mete por toda la casa! ¡Y que ya está bien! ¡Y que…!
- Y que ahora echo algún
flus flus, vecina. Si me dejas que termine de recoger, claro…
Se ahuyentaba su mente de
aquel sainete cuando le sobrevino la imagen de las latas de
sardinas que cenó las últimas noches. Ella había lamido el plato y a
partir de ahí había ido dejando de mover el rabo. ¿Sería eso lo que le
provocaba diarrea? ¿Pero por qué en el rellano?, rumiaba mientras lustraba
cada baldosa con Paula y sus brazos en jarras, el entrecejo disparando lava y
algún que otro ácido. Y al fin, se le encendió la bombillita.
- ¿Sabes, Paula, que hace
poco estuve a punto de decirte que saliéramos a tomar unas cañas? Te lo juro. Pero a punto a punto. Y hasta pensé en invitarte a cenar. ¡Y al teatro!
- ¿De verdad, Nacho? –Paula
se irguió como un pavo real y se lamió una comisura.
- Sí. Pero ya no, ya no. Ya
no pienso volver a pensarlo. Ah, y lo del flus flus… Tampoco, hija, tampoco –concluyó
frente a la renacida mirada de diosa de Señorita, que giró sobre sus patas y se
adentró en sus dominios volviendo a menear el rabo.